jueves, 9 de octubre de 2014

Naturaleza Amazónica

Iquitos, 6 de octubre de 2014

Susy, la perra del albergue nos ha despertado a media noche ladrando en la puerta de nuestra cabaña... Por lo que nos dijo Jino, probablemente habría una serpiente bajo la cabaña... Y Susy es la guardiana. Es lo que tiene estar en el Amazonas.

A las 6 de la mañana nos hemos despertado de forma natural... Entre la luz, los pájaros y los gallos, que aquí sí que hacen "kikiriki" al amanecer, no hemos podido dormir más. A las 6,30 ya estábamos desayunando, café, tortilla y una especie de torta de patata y a las 7,30 ya estábamos en ruta. Hoy nos tocaba adentrarnos en la selva.



Nuestros compañeros chinos nos han sorprendido con sus espectaculares modelitos selvático. Uno de ellos llevaba un mono de apicultor de camuflaje que podría marcar tendencia. teniendo en cuenta que estamos a 30 grados y con una humedad bestial, no es lo más adecuado para adentrarse en el Amazonas. 




Por el camino se nos han ido enseñando distintas plantas curativas. Es alucinante como con un mínimo tajo que se le da al árbol, su savia brota. Uno de los árboles daba Sangre de Drago, una savia roja similar a la sangre que es cicatrizante. También vimos caucho, uñas de gato, que al parecer es laxante, corteza de otro árbol para bajar la tensión,... Rodolfo, nuestro guía, no paraba de decirnos que estas plantas sanan de verdad, no narcotizan como los medicamentos según él.



Poco a poco pasábamos  a selva más y más cerrada... De vez en cuando encontrábamos zonas deforestadas donde los campesinos plantaban su Yuca. Por el camino nos hidratamos con una especie de coco cuyo agua era ácida y muy refrescante. Después de tres horas de camino, llegamos a la Lupuna, un árbol de la especie más alta del Amazonas.... 43 metros medía. Ahí nos colgamos de sus lianas y disfrutamos de la caña de azúcar, dulce y muy sabrosa. 



Dicen que si se está perdido en la selva y se encuentra una Lupuna, hay que golpearla como si fuera un tambor para que alguien vaya en tu ayuda. Pero también hay una leyenda, la del demonio Chuyachaqui, que dicen que por la noche golpea la Lupuna para atraer a la gente y hacer que se pierdan en la selva.



Nuestro guía nos dio la posibilidad de adentrarnos aún más en la selva, pero nuestros amigos chinos decidieron volver. Normal, nos enteramos que tienen ya 60 años. Nosotros fuimos más adentro. En media hora estábamos avanzando a golpe de machetazo haciéndonos un camino entre la jungla. El camino era espectacular y los árboles a ratos tapaban la luz del sol hasta casi el punto que parecía que estaba anocheciendo. 



Por el camino vimos mariposas y yo tuve la "suerte" de ver con el guía una serpiente enorme amarilla y negra. Según nuestro guía no era excesivamente venenosa comparada con muchas de las otras serpientes que había en esa zona. Después de más de 6 horas de caminata por la selva con un calor y humedad excesivo, llegamos de vuelta a comer al albergue, pero antes nos dimos un baño en el río. 



El río seguramente esté más limpio que cualquiera de los ríos y arroyos de España, pero claro, meterse en el Amazonas siempre da cierto respeto. El agua tiene mucha arcilla y no se ve más allá de unos centímetros, sin embargo, teníamos las piernas tan cargadas que el baño fue muy agradable.



Para comer teníamos una especie de trucha del Amazonas. Nuestros amigos chinos con frescura y descaro nos amenizaron la comida con sus pedos y eructos y vamos, que ni colorados se ponían. Fue comer e irnos a descansar un poco. A los 40 minutos el viento contra las palmeras nos despertó. A los pocos minutos estaba diluviando por media hora.



Al poco salió el sol y nos fuimos al embarcadero para coger una barca y remontar el río Nanay para intentar pescar. Las barcas eran muy inestables y la mía no paraba de girar sobre sí misma y llenarse de agua por dos agujeros... En realidad no sabía manejarla. Era remar, achicar agua, remar, achicar agua...



Intentamos pescar más bien con poco éxito. A mi caña fueron a comer varios peces, pero ninguno llegó a picar. Javi, alias pocahontas, le daba tanta pena pescar que prefirió disfrutar del atardecer desde el río, que era precioso. El Amazonas te hace sentir pequeño y te muestra que la naturaleza es poderosa, que no puedes controlarla y que tú eres sólo una parte más de toda la vida que tienen estos bosques.




Llegamos ya cuando anochecía al albergue y aquí cuando cae la noche poco más se puede hacer... Disfrutamos de la cena y pronto, nos fuimos a la cama. El día ha sido agotador.



3 comentarios:

  1. Aunque no escriba nada en el blog, os sigo.Seguir descubriendo cosas nuevas. Un abrazo

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  2. que chulada chicos, es la segunda vez que os tengo que seguir por el blog y me encanta por ejemplo lo del traje del chino, pq me imagino partiendome con vosotros¡¡ chulisimas las fotos

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  3. Me encanta! Estáis haciendo mogollón de cosas! Por cierto, Javi en la primera foto tiene pinta de haber visto algo chungo en un árbol jeje

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