lunes, 20 de octubre de 2014

En Quechua no existe el Adiós

Lima, 19 de octubre de 2014

Pese a habernos acostado a las 2 de la mañana, decidimos madrugar para disfrutar del poco tiempo que nos quedaba en Cuzco... Al fin y al cabo el último día no íbamos a holgazanear... a las 12,40 salía nuestro avión hacia Lima y a las 19 de la tarde el avión de Lima a Madrid. Poco nos quedaba ya por disfrutar y descubrir en La Ruta de los Incas, aunque la última mañana vino cargada de tensión.



Cuando nos levantamos no teníamos internet en el hostel.. pero bueno, tampoco era de extrañar, aquí las conexiones de internet van y vienen y es difícil encontrar una conexión mínimamente rápida. Nos duchamos y salimos a desayunar, pero el comedor estaba sólo iluminado con velas, muy bonito pero poco práctico. El conserje nos contó lo que ocurría... por un mantenimiento en Hidroeléctrica, cerca de Aguas Calientes, toda la zona iba a estar sin electricidad hasta las 11 de la mañana. Ahí empezamos a tener sudores fríos... y el aeropuerto? Funcionaría? habría retrasos? Nuestro vuelo llegaba a Lima a las 14,50 y a las 18 de la tarde embarcábamos rumbo a España. 



Efectivamente todo Cuzco estaba sin luz. Las tiendas no abrían y las que lo hacían eran auténticas cuevas en las que había que ir con linternas. Gracias a ello conseguí un buen precio en unos jerseys que compré. También nos ofrecieron visitar la Iglesia de Santa Catalina a mitad de su precio habitual ya que no había luz en el interior y no podía disfrutarse plenamente. Sin embargo, ni teníamos dinero ni podíamos sacar dinero en ningún cajero. Tampoco nuestros nervios eran los más adecuados al no saber si nuestro primer vuelo del día saldría en hora... Decidimos cambiar los pocos euros que teníamos a Soles para poder pagar el hostel y quedarnos con algo de suelto por si queríamos comer en el aeropuerto de Lima. 




Por suerte, el dios del viaje quiso tranquilizarnos regalándonos un desfile en la Plaza de Armas de Cuzco. Al parecer todos los domingos distintos colectivos desfilan delante del alcalde y otras autorizades mientras la Policía y el ejército izan las banderas de Cuzco, Perú e Inka. Entre los colectivos, colegios, universidades, las enfermeras de Cuzco, alcaldes de pueblos cercanos con trajes típicos, fuerzas armadas,... vamos que casi casi como en España el día de la hispanidad pero allí ocurre todos los domingos. 



La gente se sentaba en las escaleras de la catedral para ver el espectáculo mientras los vendedores ambulantes ofrecían gelatinas, maiz, helados e incluso viseras de papel con las que cubrirse la cabeza. Nosotros estuvimos un rato, pero poco a poco nuestra hora de vuelta al hostel se acercaba y la luz no había vuelto a la ciudad. Justo cuando llegamos al hostel la luz volvió y el recepcionista nos dijo que no había problemas en el aeropuerto. Parecía que todo iba a salir bien. Cogimos nuestro taxi y en 15 minutos estábamos en el aeropuerto de Cuzco que se encuentra en la ciudad. Nuestro vuelo estaba en hora. 



Al llegar a Lima comimos algo en el aeropuerto, por primera vez en todo el viaje en un McDonalds que era lo más barato y aprovechamos para probar las muestras de chocolate de la tienda Dutty Free y perfumarnos gratis. Por cierto el menú de McDonalds es caro en comparación con la economía local, su precio es similar al de un McMenú en España, mucho mejor Bembos, la cadena Peruana de comida rápida y hamburguesas. Eso sí también es justo decir que la carne de las hamburguesas de McDonalds en Perú es mucho mejor que la que tenemos aquí. De hecho es el primer McDonalds en el mundo que veo que su carne es distinta, tal vez por la competencia de Bembos, Norkys y otras cadenas de comida local con mucho tirón en Perú. El tiempo pasó más rápido de lo que pensábamos y antes de que nos diéramos cuenta estábamos embarcando rumbo a España. A las 14 de la tarde aterrizamos en Madrid. 



Como digo al principio de este último post, el quechua no permite despedirte de alguien para siempre, simplemente porque esa idea no entraba en la cabeza de los Incas o Tawantinsuyus. Ellos decían "Kayakama", es decir hasta el día de mañana. También decían hasta otro día, tenemos que reencontrarnos,... pero nunca adiós porque el adiós implica que no se va a volver a ver a alguien, y el hecho de que no exista un reencuentro para los antiguos Incas era algo inadmisible. 

Así me siento yo con Perú en estos momentos desde la puerta de embarque en el aeropuerto de Lima esperando a que salga mi vuelo... Han sido 17 días intensos, agotadores en ocasiones, pero disfrutados al máximo. Desde el Amazonas a Lima pasando por el desierto de Paracas, la ciudad colonial de Arequipa, la enigmática Nazca, la amigable Cuzco y el imponente Machu Pichu, cada lugar ha sido distinto al anterior y cada cual ha sido especial. Perú es un país de contrastes que merece ser la pena visitado por multitud de motivos, y no sólo por Machu Pichu. En pocos países tengo la sensación de desear volver, pero Perú tal vez precisamente por esos contrastes que le dan riqueza es distinto. El Cañón de Colca, Puno y el lago Titicaca, la reserva amazónica de Manu, Trujillo y el norte del país, el Camino Inca original... Muchas cosas aún por descubrir en lo que en su día fue El Nuevo Mundo.

Otros caminos de otras civilizaciones me esperan. Ya que en quechua no existe el adiós, me despediré de este país diciendo "tunpananchiskama Perú", hasta que nos reencontremos.



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